Cuéntame el de Blancanieves». «¿Otra vez?». Sí, otra vez. Podemos oír la frase un día tras otro, porque nuestros hijos no se cansarían nunca de escuchar historias. Y a veces la misma historia una y mil veces, hasta la saciedad.
A pesar de que nos pueda agotar la repetición, nuestro papel de cuentacuentos es fundamental. Contar un cuento no es un trámite, sino un extraordinario acto de comunicación entre padres e hijos. Por eso requiere un esfuerzo de atención y de interpretación por tu parte.
Si queremos enseñar a pensar a nuestros hijos, antes tenemos que enseñarles a usar la imaginación. Inventar cuentos tiene el poder de estimularla. La imaginación actúa como soporte del pensamiento y cumple tres funciones: revive las experiencias pasadas, proyecta el futuro y potencia la creatividad.
El niño podrá empezar a aceptar y comprender sus ideas y sentimientos contradictorios cuando, por ejemplo, todos sus pensamientos llenos de buenos deseos se expresen a través de un hada buena; sus impulsos negativos a través de una bruja maléfica; sus miedos a través de un lobo; las exigencias de su consciencia a través de un sabio; sus celos a través de unas hermanastras crueles; etc.
Al identificarse con los diferentes personajes de los cuentos, los niños empiezan a experimentar por ellos mismos sentimientos de justicia, fidelidad, amor, valentía, etc.
En el momento de inventar un cuento y de dar con un relato atractivo, no es necesario elaborar una historia con un sólido argumento; confía en ti, en tu capacidad de improvisación y en tus propios recursos para encontrar la historia capaz de hacer sonreír a tu hijo.
Y recuerda, no sólo tienes que inventar tú los cuentos, deja que tu hijo lo haga contigo, le encantará participar.
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GUIA DE LOS NIÑOS
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